lunes, noviembre 12, 2007

EL CASO HANSANANDA Parte 1( de 2)

El Bibliotecario me ha enviado un interesante relato sobre un incidente que vivió en su paso por la siniestra Academia, dado su tamaño he optado por dividirlo en dos partes:

A lo largo de mi existencia dedicada al conocimiento y la protección de la humanidad, me he encontrado con pocas personas tan fascinantes como Hansananda, profeta chiflado para muchos, Arquetípico iluminado para otros, y que sin duda no se merecía su vergonzoso final, dilatado durante demasiado tiempo por culpa de la negligencia de la Academia, y a pesar de mis continuas advertencias, viéndome obligado finalmente a intervenir de forma personal para evitar que se produjera un daño mayor. Fue este acto de autosuficiencia de la Academia y el temor a la autocrítica uno de los motivos que me llevaron a la definitiva ruptura, pero no nos desviemos del tema.
En los anales de la Academia, Hansananda ocupa un lugar importante, si bien velado, debido tanto a la discreción como para evitar que la institución se vea salpicada por sus últimos actos. De hecho, la tendencia reciente ha sido borrar todos los registros referidos a su persona, procurando ignorar toda relación.

No siempre fue así.
Conocí a Hansananda en París durante el siglo XIV. Me encontraba participando en la actividad universitaria de la época, pero en parte he de reconocer que tenía ganas de conocer al poeta Dante Alighieri, que se había refugiado en la ciudad huyendo de las guerras entre las ciudades estado italianas. En cierta manera, Hansananda –que por aquella época se hacía llamar Gilbert y había asumido la identidad de un estudiante provenzal- era un novato en la escena de la época. Había llegado hacia 1241 acompañando a las hordas mongolas que habían invadido Europa Oriental, viajando desde el lejano Tíbet, donde había aprendido las artes místicas y esotéricas del lugar durante generaciones. Su llegada a Occidente se debía en gran parte a la curiosidad erudita, un ámbito que los dos compartíamos.
Pasamos buena parte del siglo XIV juntos y debo decir que fue en gran parte a instancias suyas que entré en contacto con la Academia, muy diferente de su actual encarnación tecnocrática y que pretende el control supremo, donde varias facciones de eruditos, científicos y ocultistas compartían el objetivo común de proteger a la humanidad. Desde luego existían conflictos y una mayor diversidad, y en aquel momento yo y otros nos unimos porque a pesar de sus defectos considerábamos que la organización podía constituir la mejor defensa contra los servidores de Caos.
Gilbert fue uno de los fundadores de la Academia, aportando una valiosísima perspectiva del misticismo y filosofía del Lejano Oriente, en un momento en que se trataba de una organización eminentemente occidental –aunque ya se habían producido algunos contactos con los Dalou´laoshi (Los Cinco Dragones de Metal) y otras facciones. Pero paradójicamente desde que participé en el proyecto de la Academia nos distanciamos, ya que asumió un papel mucho más activo que el mío en la lucha contra las civilizaciones extraterrestres y las criaturas extradimensionales que amenazaban la realidad, lo que le obligaba a realizar prolongados viajes.
La Academia tiene mucho que agradecer a Gilbert. Gracias a su persona logró destruir muchas fortalezas precolombinas, así como desterrar a los últimos Huldufolks a Islandia, y lo más importante, rechazar y ocultar del consenso mundano la fallida invasión marciana de finales del siglo XIX –parcialmente reflejada en La Guerra de los Mundos.
Gilbert encontró la horma de su zapato en algún momento impreciso durante la segunda mitad del siglo XX, cuando viajó al Caribe y se enfrentó en la isla de Martinica con el poderoso barón Samedi en un duelo psíquico que ocasionó un huracán de consecuencias devastadoras. El barón resultó victorioso y Gilbert, aunque consiguió sobrevivir perdió gran parte de sus poderes y resulto gravemente herido a nivel espiritual.
El Comité Ejecutivo de la Academia, a propuesta de Sir Edward Holst, decidió concederle un retiro en un pequeño valle en el sur de Francia, cerca de los Alpes franceses, al cuidado de varios empleados de la organización.
Sin embargo, los daños psíquicos habían cambiado a Gilbert, no trató en hacerse con el control de sus servidores y a principios de la década de 1970 y para sorpresa de la Academia, fundó una secta mística dedicada al perfeccionamiento interior, considerada “religión de religiones” y se proclamó “Mesías Cosmoplanetario” de la humanidad, adoptando el nombre de Hansananda y ofreciendo una confusa doctrina en su libro Je suis le Messie atendí, en el que revelaba varios secretos de su vida, su iniciación en las órdenes místicas y esotéricas de Oriente, varios aspectos de su vida y su lucha contra las civilizaciones extraterrestres.

Continuará...

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