En principio, parecía que la locura de Gilbert no resultaba perjudicial para los mundanos, pero en aquel momento advertí a la institución que era necesario actuar y poner fin a semejantes disparates. Desgraciadamente, los partidarios de Gilbert decidieron bloquear mi iniciativa, que de haber sido aprobada hubiera evitado males mayores.
De alguna forma en su locura Gilbert había contactado con criaturas de Caos y consiguió restablecer gran parte de sus poderes, aunque de forma distorsionada y errática. Pronto comenzó a apoderarse de las mentes de las comunidades del sur de Francia, fortaleciendo su secta e incluso robando varios secretos de la Academia sobre la fabricación de ingenios submarinos. Utilizando sus conocimientos sobre la cábala, Hansananda comenzó a construir un gigantesco golem en el que planeaba infundir su esencia.
Aun sin la aprobación de la Academia, decidí actuar por mi cuenta para conjurar la amenaza, recurriendo a los favores de varios aliados que también compartían mi punto de vista sobre la peligrosidad de Hansananda y su secta: los Caballeros del Loto de Oro. Atacamos a la secta en el ámbito económico, provocando varios escándalos, desprestigiando la figura de Hansananda y bloqueando su influencia psíquica. Sin embargo todavía nos faltaba el punto más importante: detener la construcción del gólem. Inexplicablemente la Academia hizo oídos sordos de mis advertencias hasta que fue demasiado tarde.
Hansananda fingió su muerte y desapareció en 1998. Fue entonces cuando el gólem fue completado y sus discípulos comenzaron a infundir sus energías en él con el propósito de proporcionarle un nuevo cuerpo. Sólo entonces y ante el peligro presentado finalmente conseguí sacar a la Academia de su sopor y finalmente el Comité Ejecutivo me dio su autorización para actuar, aunque por fortuna ya me había adelantado desde hacía años, de lo contrario hubiera sido muy posible que mis esfuerzos resultaran en vano.
En el año 2001 acudí con un equipo de intervención al santuario de Hansananda en Mandarom, en las cercanías de los Alpes franceses. La lucha contra los Caballeros del Loto de Oro resultó sencilla, pues la mayoría se encontraban débiles y sin voluntad, al haber imbuido su energía en el gólem. Sin embargo la lucha contra el propio Hansananda fue mucho más difícil. Como había supuesto, había creado un poderoso cuerpo, como no se había visto desde el Coloso de Rodas para expandir sus poderes, pero al mismo tiempo se veía obligado a seguir unos límites que yo conocía debido a mis estudios de la cábala y la gematría. Siguiendo mis instrucciones rodeamos el santuario de Mandarom con una red geomántica y le impedimos salir del valle y a continuación lo sometimos a una combinación de ataques psíquicos y un estallido físico –dinamita. Tras varias horas, el gólem caía derribado y destruido, y la esencia de Hansananda se disipaba en la nada.
Aunque aliviado por haber terminado con una amenaza para la humanidad, me sentí insatisfecho por la caída de un viejo amigo, del que todavía conservo gratos recuerdos y cuya obra desde luego no merece el ostracismo al que la Academia quiere desterrarle, a pesar de sus últimas y enloquecidas acciones, y al que dicha institución tantas victorias le debe.
De alguna forma en su locura Gilbert había contactado con criaturas de Caos y consiguió restablecer gran parte de sus poderes, aunque de forma distorsionada y errática. Pronto comenzó a apoderarse de las mentes de las comunidades del sur de Francia, fortaleciendo su secta e incluso robando varios secretos de la Academia sobre la fabricación de ingenios submarinos. Utilizando sus conocimientos sobre la cábala, Hansananda comenzó a construir un gigantesco golem en el que planeaba infundir su esencia.
Aun sin la aprobación de la Academia, decidí actuar por mi cuenta para conjurar la amenaza, recurriendo a los favores de varios aliados que también compartían mi punto de vista sobre la peligrosidad de Hansananda y su secta: los Caballeros del Loto de Oro. Atacamos a la secta en el ámbito económico, provocando varios escándalos, desprestigiando la figura de Hansananda y bloqueando su influencia psíquica. Sin embargo todavía nos faltaba el punto más importante: detener la construcción del gólem. Inexplicablemente la Academia hizo oídos sordos de mis advertencias hasta que fue demasiado tarde.
Hansananda fingió su muerte y desapareció en 1998. Fue entonces cuando el gólem fue completado y sus discípulos comenzaron a infundir sus energías en él con el propósito de proporcionarle un nuevo cuerpo. Sólo entonces y ante el peligro presentado finalmente conseguí sacar a la Academia de su sopor y finalmente el Comité Ejecutivo me dio su autorización para actuar, aunque por fortuna ya me había adelantado desde hacía años, de lo contrario hubiera sido muy posible que mis esfuerzos resultaran en vano.
En el año 2001 acudí con un equipo de intervención al santuario de Hansananda en Mandarom, en las cercanías de los Alpes franceses. La lucha contra los Caballeros del Loto de Oro resultó sencilla, pues la mayoría se encontraban débiles y sin voluntad, al haber imbuido su energía en el gólem. Sin embargo la lucha contra el propio Hansananda fue mucho más difícil. Como había supuesto, había creado un poderoso cuerpo, como no se había visto desde el Coloso de Rodas para expandir sus poderes, pero al mismo tiempo se veía obligado a seguir unos límites que yo conocía debido a mis estudios de la cábala y la gematría. Siguiendo mis instrucciones rodeamos el santuario de Mandarom con una red geomántica y le impedimos salir del valle y a continuación lo sometimos a una combinación de ataques psíquicos y un estallido físico –dinamita. Tras varias horas, el gólem caía derribado y destruido, y la esencia de Hansananda se disipaba en la nada.
Aunque aliviado por haber terminado con una amenaza para la humanidad, me sentí insatisfecho por la caída de un viejo amigo, del que todavía conservo gratos recuerdos y cuya obra desde luego no merece el ostracismo al que la Academia quiere desterrarle, a pesar de sus últimas y enloquecidas acciones, y al que dicha institución tantas victorias le debe.
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