Tal como prometí ayer aquí está la continuación de la carta del insigne Marqués de Aymar:
"Enseguida me condujo hasta su residencia, un pequeño palacete de apenas cincuenta y siete codos reales de altura. La conversación fue amena y distendida, y al entrar, un grupo de jóvenes vulpéculas nos recibieron con efusividad. Sin embargo, nada más cerrarse la puerta, el rostro de mi anfitrión mudó de repente. Despidió a las afectuosas sirvientas, y nos dirigimos a su despacho. Me comentó, muy preocupado, que Agartha había cambiado mucho desde mi partida y que Telos sería el último lugar en que sería bienvenido, y sobre todo, que tuviese en cuenta la posibilidad de futuras hostilidades, especialmente al llegar a Shambhala.
Como ya había previsto mi inapelable decisión de seguir con mi viaje, hizo sonar una pequeña campana de plata. Su ayudante de cámara apareció con un pequeño cofre. Kut Umi me lo entregó personalmente con un semblante casi pétreo. Esbozó un “Sólo si…”, pero le interrumpí. Las paredes oyen. Me enseñó un mapa, indicándome el mejor recorrido. Me prometió escolta personal hasta los confines de su territorio, pero la rechacé.
A pesar de que la distancia entre Telos y Shambhala es ligeramente inferior a los 10.000 estadios, no tardé más de diez minutos en llegar, pues había mandado recoger el particular medio de locomoción de la colonia atlante. Llevo años estudiando la tecnología atlante, y no me resultó difícil manipularlo para que siguiese las corrientes telúricas, especialmente fuertes en estas tierras.
Atravesé extensos territorios, recorridos por caudalosos ríos y altísimas montañas, a tal punto que el Sagarmatha parece una colina. Reconocí la mayor parte del paisaje que veía, aunque encontré ciudades nuevas donde antes sólo habían pequeños túmulos funerarios.
Y por fin, llegué a Shambhala. ¡Oh, Shambhala! La ciudad más grande, preciosa, e interesante. La ciudad por antonomasia. Shambhala es una gigantesca urbe que se parece, visto desde el aire, a un gran loto de ocho pétalos. Esto se debe a que la ciudad está dividida en ocho regiones, cada una rodeada por altísimas murallas, de tal modo que algunos creen que son montañas. ¿No le recuerda a otra ciudad de la que ya le he hablado anteriormente? De todos modos, existe una amplia y hermosa avenida que atraviesa todas las regiones, y es el único camino para acceder al círculo central, llamada Vía Sikandar. ¿Sabe que tuve el honor de prestar nombre a una plaza, y que ahora la han mancillado, renombrándola en memoria de un patán como es Saint-Yves d'Alveydre, cuyo único mérito fue ser reconocido como el más experimentado bebedor de éter, y de cuyo testimonio nos tenemos que fiar por un patán aún mayor como es Papus?
El círculo central está erigido sobre una montaña, y rodeada por enormes torres de hielo, o al menos eso parecen. La capital de las capitales se llama Kalapa, y un gran castillo dorado domina el círculo.
Al cruzar la última puerta, vi a un pequeño grupo de cinocéfalos custodiando la entrada al castillo. Esto me extrañó mucho, ya que nunca se permitió la entrada a ningún ejército o milicia en la ciudad sagrada. Además, estos teriocéfalos tienen grandes problemas de agresividad, si bien son terriblemente fieles a sus amos. Dentro del castillo distinguí pequeños de estos grupos, aparentemente nerviosos por mi presencia. Atravesé rápidamente los pasillos, pero estaba todo cambiado, y alarmantemente desierto. Un pequeño chambelán con un uniforme con llamativos colores me alcanzó a la carrera. Casi sin aliento, me dijo que se me esperaba en la torre central.
Dentro de la torre había un olor nauseabundo, como a pescado podrido. Otro chambelán, con idéntico vestuario que el anterior, me condujo hasta el último piso, en el que no se atrevió a entrar. Atravesé la puerta, aparté una pesada cortina, y vi con estupefacción el (nuevo) Gran Consejo de Agartha. Aquí el hedor era, si cabe, aún mayor. Había nueve figuras con túnicas moradas en el centro de la sala, alrededor de un cuerpo inerte, que enseguida identifiqué como Melquizedec( imagen de la izquierda). Las nueve figuras se giraron, y me observaron. Yo los reconocí con genuina consternación: ¡Telquines! No me dio tiempo a reaccionar. Una mano se posó en mi hombro, y me dijo “Colaborarás”. Me giré, y vi a Zoyan Gragknorr. No sé por qué no me sorprendió. Con cierta parsimonia, le enseñé el pequeño cofre que me había prestado mi buen amigo Kut Umi. Hice ademán de abrirlo, y su cara se transformó. Retrocedió un par de pasos, y me miró fijamente, a la par que al cofre. Con un esbozo de sonrisa, lo abrí. […]
Como ve, amigo Patrick, no se puede confiar nunca. El único sitio al que llamé patria no es ahora sino una más de las bulliciosas e ignorantes ciudades que tanto abundan sobre la superficie. Una hibris desmesurada que sólo merece mi desprecio.
Espero que el relato de mi pequeña aventura le sirve para sacar las debidas conclusiones, y le proporcionen un poco de luz, usted que navega en océanos de oscuridad.
Marqués de Aymar y Monferrat"
Paso a comentar la carta y los últimos comentarios de mi aliado. He revisado con deleite la carta con la información sobre Miss Aniela, nunca sobran aliados y más si son de su categoría. Ya estoy siguiendo el barco de bandera maldiva, he hecho mis indagaciones y parece que el material es para los Grises. En cuanto a la carta me entristece ver como el Gran Consejo de Agartha ha sido corrompido por un traidor, alguien al que una vez consideramos aliado. Zoyan Gragknorr ha dado la espalda a la humanidad en su afán insaciable por adquirir nuevos conocimientos, vedados en su mayor parte a los meros mortales.
Con gran pesar en mi corazón me veo obligado a afrontar la cruda realidad, de Agartha no llegará ayuda en la hora de mayor necesidad sino criaturas crueles y hambrientas de sangre como los Telquines, que Isis nos proteja.
"Enseguida me condujo hasta su residencia, un pequeño palacete de apenas cincuenta y siete codos reales de altura. La conversación fue amena y distendida, y al entrar, un grupo de jóvenes vulpéculas nos recibieron con efusividad. Sin embargo, nada más cerrarse la puerta, el rostro de mi anfitrión mudó de repente. Despidió a las afectuosas sirvientas, y nos dirigimos a su despacho. Me comentó, muy preocupado, que Agartha había cambiado mucho desde mi partida y que Telos sería el último lugar en que sería bienvenido, y sobre todo, que tuviese en cuenta la posibilidad de futuras hostilidades, especialmente al llegar a Shambhala.
Como ya había previsto mi inapelable decisión de seguir con mi viaje, hizo sonar una pequeña campana de plata. Su ayudante de cámara apareció con un pequeño cofre. Kut Umi me lo entregó personalmente con un semblante casi pétreo. Esbozó un “Sólo si…”, pero le interrumpí. Las paredes oyen. Me enseñó un mapa, indicándome el mejor recorrido. Me prometió escolta personal hasta los confines de su territorio, pero la rechacé.
A pesar de que la distancia entre Telos y Shambhala es ligeramente inferior a los 10.000 estadios, no tardé más de diez minutos en llegar, pues había mandado recoger el particular medio de locomoción de la colonia atlante. Llevo años estudiando la tecnología atlante, y no me resultó difícil manipularlo para que siguiese las corrientes telúricas, especialmente fuertes en estas tierras.
Atravesé extensos territorios, recorridos por caudalosos ríos y altísimas montañas, a tal punto que el Sagarmatha parece una colina. Reconocí la mayor parte del paisaje que veía, aunque encontré ciudades nuevas donde antes sólo habían pequeños túmulos funerarios.
Y por fin, llegué a Shambhala. ¡Oh, Shambhala! La ciudad más grande, preciosa, e interesante. La ciudad por antonomasia. Shambhala es una gigantesca urbe que se parece, visto desde el aire, a un gran loto de ocho pétalos. Esto se debe a que la ciudad está dividida en ocho regiones, cada una rodeada por altísimas murallas, de tal modo que algunos creen que son montañas. ¿No le recuerda a otra ciudad de la que ya le he hablado anteriormente? De todos modos, existe una amplia y hermosa avenida que atraviesa todas las regiones, y es el único camino para acceder al círculo central, llamada Vía Sikandar. ¿Sabe que tuve el honor de prestar nombre a una plaza, y que ahora la han mancillado, renombrándola en memoria de un patán como es Saint-Yves d'Alveydre, cuyo único mérito fue ser reconocido como el más experimentado bebedor de éter, y de cuyo testimonio nos tenemos que fiar por un patán aún mayor como es Papus?
El círculo central está erigido sobre una montaña, y rodeada por enormes torres de hielo, o al menos eso parecen. La capital de las capitales se llama Kalapa, y un gran castillo dorado domina el círculo.
Al cruzar la última puerta, vi a un pequeño grupo de cinocéfalos custodiando la entrada al castillo. Esto me extrañó mucho, ya que nunca se permitió la entrada a ningún ejército o milicia en la ciudad sagrada. Además, estos teriocéfalos tienen grandes problemas de agresividad, si bien son terriblemente fieles a sus amos. Dentro del castillo distinguí pequeños de estos grupos, aparentemente nerviosos por mi presencia. Atravesé rápidamente los pasillos, pero estaba todo cambiado, y alarmantemente desierto. Un pequeño chambelán con un uniforme con llamativos colores me alcanzó a la carrera. Casi sin aliento, me dijo que se me esperaba en la torre central.
Dentro de la torre había un olor nauseabundo, como a pescado podrido. Otro chambelán, con idéntico vestuario que el anterior, me condujo hasta el último piso, en el que no se atrevió a entrar. Atravesé la puerta, aparté una pesada cortina, y vi con estupefacción el (nuevo) Gran Consejo de Agartha. Aquí el hedor era, si cabe, aún mayor. Había nueve figuras con túnicas moradas en el centro de la sala, alrededor de un cuerpo inerte, que enseguida identifiqué como Melquizedec( imagen de la izquierda). Las nueve figuras se giraron, y me observaron. Yo los reconocí con genuina consternación: ¡Telquines! No me dio tiempo a reaccionar. Una mano se posó en mi hombro, y me dijo “Colaborarás”. Me giré, y vi a Zoyan Gragknorr. No sé por qué no me sorprendió. Con cierta parsimonia, le enseñé el pequeño cofre que me había prestado mi buen amigo Kut Umi. Hice ademán de abrirlo, y su cara se transformó. Retrocedió un par de pasos, y me miró fijamente, a la par que al cofre. Con un esbozo de sonrisa, lo abrí. […]
Como ve, amigo Patrick, no se puede confiar nunca. El único sitio al que llamé patria no es ahora sino una más de las bulliciosas e ignorantes ciudades que tanto abundan sobre la superficie. Una hibris desmesurada que sólo merece mi desprecio.
Espero que el relato de mi pequeña aventura le sirve para sacar las debidas conclusiones, y le proporcionen un poco de luz, usted que navega en océanos de oscuridad.
Marqués de Aymar y Monferrat"
Paso a comentar la carta y los últimos comentarios de mi aliado. He revisado con deleite la carta con la información sobre Miss Aniela, nunca sobran aliados y más si son de su categoría. Ya estoy siguiendo el barco de bandera maldiva, he hecho mis indagaciones y parece que el material es para los Grises. En cuanto a la carta me entristece ver como el Gran Consejo de Agartha ha sido corrompido por un traidor, alguien al que una vez consideramos aliado. Zoyan Gragknorr ha dado la espalda a la humanidad en su afán insaciable por adquirir nuevos conocimientos, vedados en su mayor parte a los meros mortales.
Con gran pesar en mi corazón me veo obligado a afrontar la cruda realidad, de Agartha no llegará ayuda en la hora de mayor necesidad sino criaturas crueles y hambrientas de sangre como los Telquines, que Isis nos proteja.
La cuenta atrás hacia la Crisis sigue su curso, y las malas noticias aumentan en número e importancia a mayor velacidad que las que podemos calificar como "buenas".
ResponderEliminarEra de esperar que en el seno de la Academia hubiese personas corruptibles capaces de caer en las tentaciones que suponen las ofertas de los grises y sacrificar a su propia raza, pero jamás, ni en mis momentos más pesimistas, hubiera creído posible que alguien capaz de ver más allá de las mentiras que rigen el mundo y pudiese tener una voluntad tan voluble y caer tan bajo.
Que Brigit nos asista en la hora aciaga.
Ja!, para que luego digan lo que le sale del culo los "primaveros" y sus brisas de los cojones.........
ResponderEliminarLas estadísticas no mienten, la gente de planeta inquietante cree que la alianza es una equivocación.....
si es que estaba claro