Aún conmocionado por la repentina llegada del "hermano" de nuestro archienemigo, seguí sus instrucciones cuidadosamente. El mensaje salió en el momento justo y pudimos hablar. Gustav Holst venía de un futuro cercano y sabe lo que nos espera. Desgraciadamente no puede revelarlo, tiene que atenerse al su papel pues Edward y él tienen unas reglas que si uno de los dos incumple, permitirían al otro hacer lo mismo. No nos podemos permitir ese lujo.
Mercurio, el mensajero de los dioses
Hijos del mismo padre y de diferente madre, conocieron al original viajero en el tiempo y le acompañaron en alguna de sus aventuras, durante las cuales se familiarizaron con la tecnología que empleaba su máquina. De vuelta a su presente, la mejoraron creando el sistema que les ha permitido vivir innumerables vidas sin envejecer un ápice, salvo cuando vuelven a su línea temporal. Para asegurarse que ninguno abusara de su nueva habilidad establecieron unas serie de normas, secretas. No entró en detalle y se limitó a decir que romperlas no era una buena idea.
Me fijé que observaba inquieto el reloj del centro de mando. Estaba claro que esperaba algo o a alguien. Angustiado por no recibir noticias de mis aliados, le supliqué que me diera alguna pista sobre su estado. Con un gesto melancólico que me hizo sentir escalofríos, respondió que tendría respuestas muy pronto y que prefería no ser su portador. Antes de que el reloj marcara la hora susurró ten cuidado y salió de la habitación como una sombra.
El aviso de llamada entrante parpadeó en la pantalla principal. ¿Quién sería? Acepté la transmisión sin pensar, en un gesto automático y dos pantallas se abrieron simultáneamente. En una me miraba con desprecio y altanería Sir Edward Holst, en la otra la Baronesa Katherine von Sebbetendorf mantenía una pose similar. Ninguna de las dos imágenes ofrecía la menor pista de su localización, no podía esperar menos de dos Regentes. Me recosté en mi cómodo asiento y entrecrucé los dedos temporizando, degustando el momento. Ahí estábamos tres jugadores clave de la partida frente a frente. La hora de las caretas había pasado y ahora teníamos las cartas boca arriba.
Sir Edward Holst, Regente de la Academia y aliado de los Grises, el rival a batir.
Era una oportunidad única para indagar en lo que sabían mi enemigo y mi supuesta y temporal aliada. Tras una sucinta introducción en la que establecieron las condiciones para la conversación a tres bandas Sir Edward Holst abrió fuego.
- Pobre loco, dejarte guiar por esta filonazi con sueños de grandeza. Ha sacrificado tus peones y lo más triste es que lo ha hecho para nada. Los daños que han causado esa caterva de lunáticos que tienes por aliados serán fácilmente reparados. Además has creado ventanas de oportunidad inconscientemente, como haces la mayor parte de las cosas.
- No te dejes engañar por su falsa coraza de seguridad, tus aliados han servido a la humanidad por una vez en sus miserables existencias. El palacio de Jimmu Togusha en Bélgica ha caído y ha escapado con su amor gris a su Tokyo natal con el rabo entre las piernas. Por otra parte el viajero del tiempo es libre y podrá decirnos muchos y jugosos datos sobre este falso Sir.
La Baronesa, ¿enemiga o aliada circunstancial?
La risa de Sir Edward Holst heló mis venas como una ventisca polar. Recordé en ese instante el comentario lacónico de su hermano Gustav y me preparé para lo peor.
- Veo que tus fuentes empiezan a escasear, querida Baronesa, aunque eso ya lo sospechaba cuando escogiste el bando perdedor. ¿Le tienes miedo a tu mano derecha? ¿Crees que si abrazas el Gris te cortará la cabeza? Pues bien, despreciables muestras de una humanidad decadente, el hombre por el que tanto sacrificasteis para rescatarlo era un señuelo y ahora veréis en rigurosa primicia qué es lo que sucede cuando alguien se cree más listo que yo.
La imagen de Sir Edward Holst fue sustituida por la de un satélite. Jenna Starblade guiaba al viajero a través de unos callejones en el corazón de Buenos Aires mientras parecía intentar contactar con sus compañeros con poco éxito, viendo sus gestos de frustración. La cámara se acercó progresivamente a los dos. No había sonido. Podía ver como se movían sus labios. Jenna le preguntaba por el propósito del edificio. El viajero no respondía.
De pronto cambió la cámara y vimos su cara en primer plano. Esta vez pude entender lo que decía. Articulaba las palabras con precisión, como si nos hablara más a nosotros que a ella y al entender lo que decía supe porque. "Iniciativa Tierra Quemada activada. Este es el precio que pagan aquellos que se oponen al Imperio Gris" Sus ojos parpadearon, su cuerpo se iluminó y en apenas un suspiro todo se volvió blanco. Desde otra cámara pudimos ver la onda expansiva de la explosión. Era como vivir Hiroshima en directo.
Jenna Starblade y Buenos Aires, víctimas de la traicionera Academia.
- Es una pena, una mujer tan guapa, pero me habéis obligado a hacerlo. El viajero lleva años muerto, no le necesitaba para nada. He simulado todo este tiempo que accedía a su mente para desarrollar la tecnología del viaje en el tiempo porque sabía que habría alguien tan tonto como para intentar rescatarlo o robarlo.
Desolado, era como si me hubieran arrancado el corazón. De hecho desconecté de la conversación y sólo me llegaban partes de sus ácidas réplicas y contraréplicas. Por un tiempo se olvidaron de mí y se dedicaron a despellejarse mutuamente. Cómo podían comportarse así, acababan de matar a una guerrera legendaria y lo que era más importante, a una amiga. Miraba mis manos sin comprenderlo. ¿Es que no les importaban las vidas que estaban cayendo a cada paso de su Guerra Civil? ¿Es que nada les detendría?
Sus gestos mostraban su fanatismo, se habían convertido en caricaturas de sí mismos. Sólo oían a su rival para seguir la escalada de ofensas y amenazas. Y ahí estaba yo capturado en medio de esa batalla dialéctica, entre la espada y la pared, sin mis aliados. Si Jenna había caído, no podía esperar que corriera mejor fortuna el resto. Aún quedaban Gustav Holst y los refugiados de Zyga'Rhon. Pero eso no era suficiente.
En ese crucial momento entendí en lo más profundo de mi ser que ya no podía seguir combatiendo a los Grises y a la Academia a distancia, usando a mis fieles aliados. Yo, Patrick Von Steiner debía dar un paso adelante y dar ejemplo. Así que moralmente renacido me puse en pie y dí el primer paso.
- ¡BASTA!
El silencio se hizo, dejaron su absurdo intercambio de improperios y me miraron fijamente. Enarbolé mi pipa y con el aplomo que requería la situación hablé.
- Se acabó, no voy a permitir que sigáis jugando como niños caprichosos con el destino de la humanidad. Puede que ya no cuente ni con la Expedición Delos ni con mis más cercanos aliados pero no me faltan recursos. Os juro por lo más sagrado que os pararé, pagaréis por vuestros crímenes. La justicia caerá sobre vosotros implacable. La Tierra no es vuestra ni de los Grises. Lo vais a descubrir por las malas.
Os lo habéis pasado bien, habéis pisoteado a quien os ha apetecido, habéis matado a amigos míos. Pues bien, ahora es mi turno. No me importa lo que hagáis, lo que lancéis contra mí, estaré preparado. La Verdad prevalecerá, ¡Por Isis!
Sir Edward Holst sonrió y simplemente dijo: Esto será divertido. La Baronesa visiblemente afectada por mi alocución sólo alcanzó a murmurar, Recuerda cual es la amenaza prioritaria, ya tendremos tiempo después de zanjar nuestras diferencias. Dicho lo cual se terminó la conferencia a tres dejándome solo con mi propósito de luchar. Gustav regresó y apoyando su mano en mi hombro pronunció las palabras que necesitaba oír.
- Tengo un plan, vamos a darle la vuelta a esta guerra. Primero recogeremos a alguien que bien podría ser un antepasado tuyo.
Continuará...