El fatídico día se acerca y leyendo los archivos confidenciales de la Academia veo con pavor que nuestras valerosas acciones son como picaduras de mosquito en un elefante centenario. Les molestamos pero no cambiamos el rumbo de sus planes. Ni siquiera creo que logremos descifrar toda la información que ha caído en nuestras manos antes de que los Grises desaten su poder sobre la Tierra. He sugerido a nuestros aliados que se preparen para lo peor. Yo ya lo estoy.
Mientras veo como caen las hojas del calendario en un ánimo que varía entre la expectación y el terror más puro he indagado en una de las piezas clave de esta sangrienta partida de ajedrez, Sir Eward Holst. Es el Regente más joven que ha habido jamás y apuesto a que nadie batirá su marca. Se ha abierto paso hasta la cima en una de las organizaciones más rígidas del mundo, ninguna barrera ni prueba se le ha resistido y ahora ha dado su apoyo al enemigo invasor Gris.
Su ficha es un puzzle en el sentido literal del término. Está compuesta de subfichas que parecen hablar de experiencias de otras personas pues es imposible que en una sola vida se realicen tantas "gestas". Para complicarlo más están censuradas, hay datos borrados por el propio Holst me atrevería a decir. Sabemos que nació en Dinamarca pero no cuando, es joven, eso sí, todas las fuentes incluso las externas a la Academia coinciden en eso. Su temprana edad es motivo de atención por sus compañeros del Círculo Púrpura y desata envidias apenas disimuladas.
Posee conocimientos y experiencias que no puede haber acumulado en los años que aparenta. Al principio pensé que la clave era eso, aparenta. Me dije, al igual que la Baronesa tiene muchos más años que los que refleja su lozano rostro. La teoría chocó con la realidad, los análisis de ADN practicados por sus "colegas" demostraban sin lugar a dudas que no podía tener más de 33 años. Entonces me acordé de la memoria genética, esos conocimientos innatos con los que nacemos, quizás en su familia consiguieron aumentar la calidad y cantidad de esa memoria compartida legando su conocimiento a sus hijos no en libros y manuscritos sino en los genes, algo que nadie les podría quitar.
Alentado por esa pista busqué la información de los Holst, así di con varios Edward Holst, un prolífico músico danés del siglo XIX, un misterioso policía inglés de los años 70, un polémico chamán europeo en la India, un ingeniero del MIT, un ocultista aprendiz de Alesteir Crowley, un broker en el Wall Street de los 80, un erudito historiador de la Universidad de Oxford... y más, muchos más. En todos los casos era su nombre o una variación del mismo. Una vez más la realidad despedazaba mis teorías con saña. No había relaciones de parentesco entre ellos y muchos coincidían en periodos temporales, descartando tanto la teoría de la memoria genética como la posibilidad de que fueran reencarnaciones de la misma persona. No obstante, algo sí cuadraba, las experiencias de todas esas personas se correspondían punto por punto con las subfichas de nuestro enigmático rival.
Sir Edward Holst de alguna manera era la suma de todas esas personas: sus recuerdos, sus habilidades, sus sentimientos...le pertenecían pero ¿cómo? Si se los hubiera robado, ¿por qué hacerlo a gente que se llamara igual que él? ¿Acaso era un efecto colateral? ¿Al absorberlos se convertían en él? Mi mente estaba confusa y todo me daba vueltas hasta que en un instante de lucidez lo comprendí todo y vosotros, queridos lectores, también lo comprenderéis, mañana.
¡Por isis!
Mientras veo como caen las hojas del calendario en un ánimo que varía entre la expectación y el terror más puro he indagado en una de las piezas clave de esta sangrienta partida de ajedrez, Sir Eward Holst. Es el Regente más joven que ha habido jamás y apuesto a que nadie batirá su marca. Se ha abierto paso hasta la cima en una de las organizaciones más rígidas del mundo, ninguna barrera ni prueba se le ha resistido y ahora ha dado su apoyo al enemigo invasor Gris.
Su ficha es un puzzle en el sentido literal del término. Está compuesta de subfichas que parecen hablar de experiencias de otras personas pues es imposible que en una sola vida se realicen tantas "gestas". Para complicarlo más están censuradas, hay datos borrados por el propio Holst me atrevería a decir. Sabemos que nació en Dinamarca pero no cuando, es joven, eso sí, todas las fuentes incluso las externas a la Academia coinciden en eso. Su temprana edad es motivo de atención por sus compañeros del Círculo Púrpura y desata envidias apenas disimuladas.
Posee conocimientos y experiencias que no puede haber acumulado en los años que aparenta. Al principio pensé que la clave era eso, aparenta. Me dije, al igual que la Baronesa tiene muchos más años que los que refleja su lozano rostro. La teoría chocó con la realidad, los análisis de ADN practicados por sus "colegas" demostraban sin lugar a dudas que no podía tener más de 33 años. Entonces me acordé de la memoria genética, esos conocimientos innatos con los que nacemos, quizás en su familia consiguieron aumentar la calidad y cantidad de esa memoria compartida legando su conocimiento a sus hijos no en libros y manuscritos sino en los genes, algo que nadie les podría quitar.
¿Cuál es el significado de esta lápida?¿Es un antepasado, una víctima o el mismísmo Sir Edward Holst el que descansa en esa tumba?
Alentado por esa pista busqué la información de los Holst, así di con varios Edward Holst, un prolífico músico danés del siglo XIX, un misterioso policía inglés de los años 70, un polémico chamán europeo en la India, un ingeniero del MIT, un ocultista aprendiz de Alesteir Crowley, un broker en el Wall Street de los 80, un erudito historiador de la Universidad de Oxford... y más, muchos más. En todos los casos era su nombre o una variación del mismo. Una vez más la realidad despedazaba mis teorías con saña. No había relaciones de parentesco entre ellos y muchos coincidían en periodos temporales, descartando tanto la teoría de la memoria genética como la posibilidad de que fueran reencarnaciones de la misma persona. No obstante, algo sí cuadraba, las experiencias de todas esas personas se correspondían punto por punto con las subfichas de nuestro enigmático rival.
Sir Edward Holst de alguna manera era la suma de todas esas personas: sus recuerdos, sus habilidades, sus sentimientos...le pertenecían pero ¿cómo? Si se los hubiera robado, ¿por qué hacerlo a gente que se llamara igual que él? ¿Acaso era un efecto colateral? ¿Al absorberlos se convertían en él? Mi mente estaba confusa y todo me daba vueltas hasta que en un instante de lucidez lo comprendí todo y vosotros, queridos lectores, también lo comprenderéis, mañana.
¡Por isis!
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