A toro pasado es muy fácil decir que uno lo veía venir cuando lo cierto es que uno estaba ciego a las señales y sólo cuando ha ocurrido las interpreta correctamente. Dado este comienzo y el título de la entrada es fácil deducir que nuestro plan no salió como esperábamos. Mientras Lionel desde Agartha, Prometheo desde la Luna y Juan Villalobos desde Santiago de Compostela creaban distracciones un equipo de élite formado por el Bibliotecario, Rob Larroca, Esteban Marín, Zirconia Starfighter y este servidor se infiltró en uno de los edificios mejor protegidos del mundo...El Pentágono.
Una hábil combinación de magia y tecnología alienígena nos permitió entrar bajo identidades falsas y ver hasta que punto los invasores se han hecho con el control de los Estados Unidos de América, allí donde miraras había un Gris con su traje de combate dando órdenes con un académico a su lado que servía de intérprete y filtro pues no les gusta tratar directamente con los subordinados debajo nivel. Con mi habilidad pulida durante años para colarme en sitios de acceso restringido conduje a mi tropa con la misma naturalidad de quien pasea por su casa y accedimos a los niveles que no salen en los planos oficiales.
El nerviosismo de nuestros rastreros ocupantes reflejado en sus chillonas voces de niños malcriados era toda la prueba que necesitábamos para saber que nuestros amigos estaban teniendo éxito. Ahora nos tocaba hacer nuestra parte y ahí es cuando las cosas se torcieron. Lo que nos esperaba era todo un escuadrón de soldados modificados genéticamente de la Academia, encabezados por el salvaje Lord Ian Blackwood, la guardia pretoriana de Sir Edward Holst que salió de las sombras en un gesto teatral.
- Sois afortunados, si esta pequeña trampa hubiera sido cosa de alguno de mis colegas ya estaríais muertos o siendo analizados en algún laboratorio, ya os podéis imaginar qué destino os correspondería a cada uno. Así que esperabais introducir vuestra propaganda en internet a través de nuestros servidores, no es mala idea, salvo por el minúsculo detalle de que yo os la puse en bandeja. Alimenté a vuestras fuentas con migajas y vosotros hicisteis el resto.
El Bibliotecario con aplomo dio un paso al frente.
- Si no es nuestra muerte lo que buscas entonces ¿qué? ¿Pretendes que nos rindamos? Si es así el que ha cometido un error eres tú.
- Siempre tan melodramático, se acaba la función y hay que saborear estos últimos momentos. Lo que quiero es ofreceros una última batalla que decida de una vez por todas esta "Crisis Mundial" como la llama vuestro líder intelectual, se librará el 30 en el desierto del Gobi, ahí estoy instalaré mi fortaleza. Contiene todo lo necesario para hacer que los Grises abandonen la Tierra como gato escaldado.
- Cuánta generosidad, intervine, ¿y a qué debemos este gesto de nobleza por tu parte? ¿Acaso has descubierto que tienes conciencia?
- Lo hago porque deseo poner punto y final a este melodrama y está claro que no podré hacerlo sin una gran batalla final que os deje clara vuestra inferioridad. Ahora os recomiendo que os vayáis por donde vinisteis a menos que os querráis entregar.
Ante ese panorama optamos por la vía más razonable y regresamos no sin antes dejar algún regalo para nuestros alegres anfitriones, hay que ver las maravillas de la que es capaz la nanotecnología. Por lo menos tenemos una meta clara, la batalla final contra Sir Edward Holst, tal como esperaba.
¡Que Isis nos guíe y proteja!
Una hábil combinación de magia y tecnología alienígena nos permitió entrar bajo identidades falsas y ver hasta que punto los invasores se han hecho con el control de los Estados Unidos de América, allí donde miraras había un Gris con su traje de combate dando órdenes con un académico a su lado que servía de intérprete y filtro pues no les gusta tratar directamente con los subordinados debajo nivel. Con mi habilidad pulida durante años para colarme en sitios de acceso restringido conduje a mi tropa con la misma naturalidad de quien pasea por su casa y accedimos a los niveles que no salen en los planos oficiales.
El nerviosismo de nuestros rastreros ocupantes reflejado en sus chillonas voces de niños malcriados era toda la prueba que necesitábamos para saber que nuestros amigos estaban teniendo éxito. Ahora nos tocaba hacer nuestra parte y ahí es cuando las cosas se torcieron. Lo que nos esperaba era todo un escuadrón de soldados modificados genéticamente de la Academia, encabezados por el salvaje Lord Ian Blackwood, la guardia pretoriana de Sir Edward Holst que salió de las sombras en un gesto teatral.
- Sois afortunados, si esta pequeña trampa hubiera sido cosa de alguno de mis colegas ya estaríais muertos o siendo analizados en algún laboratorio, ya os podéis imaginar qué destino os correspondería a cada uno. Así que esperabais introducir vuestra propaganda en internet a través de nuestros servidores, no es mala idea, salvo por el minúsculo detalle de que yo os la puse en bandeja. Alimenté a vuestras fuentas con migajas y vosotros hicisteis el resto.
El Bibliotecario con aplomo dio un paso al frente.
- Si no es nuestra muerte lo que buscas entonces ¿qué? ¿Pretendes que nos rindamos? Si es así el que ha cometido un error eres tú.
- Siempre tan melodramático, se acaba la función y hay que saborear estos últimos momentos. Lo que quiero es ofreceros una última batalla que decida de una vez por todas esta "Crisis Mundial" como la llama vuestro líder intelectual, se librará el 30 en el desierto del Gobi, ahí estoy instalaré mi fortaleza. Contiene todo lo necesario para hacer que los Grises abandonen la Tierra como gato escaldado.
- Cuánta generosidad, intervine, ¿y a qué debemos este gesto de nobleza por tu parte? ¿Acaso has descubierto que tienes conciencia?
- Lo hago porque deseo poner punto y final a este melodrama y está claro que no podré hacerlo sin una gran batalla final que os deje clara vuestra inferioridad. Ahora os recomiendo que os vayáis por donde vinisteis a menos que os querráis entregar.
Ante ese panorama optamos por la vía más razonable y regresamos no sin antes dejar algún regalo para nuestros alegres anfitriones, hay que ver las maravillas de la que es capaz la nanotecnología. Por lo menos tenemos una meta clara, la batalla final contra Sir Edward Holst, tal como esperaba.
¡Que Isis nos guíe y proteja!
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