viernes, abril 10, 2009

Un mito fraudulento: los Dropa

En un acto de provocación que ralla en lo suicida el afamado estafador suizo Patrick Von Steiner dio una lamentable conferencia en Bruselas, a apenas unos cientos de metros de nuestra sede local ante la insultante pasividad de las fuerzas de seguridad. La excusa para este nuevo ataque contra la Razón era mostrar por enésima vez el disco de Lolladoff, supuestamente un disco de piedra de 12000 años de antigüedad encontrado en el Nepal. Según el profesor Lolladof lo compró en Mussorie (India) y asegura que perteneció a una tribu conocida como los Dzopa o Dropa, que lo usarían en sus ritos religiosos. Si sois seguidores de esta bitácora desde sus tenebrosos inicios el nombre os resultará muy familiar. Los Dropa serían una raza de amistosos alienígenas humanoides enanos que se habrían instalado en el Nepal. La única prueba de su existencia serían unos discos de piedra como el adquirido por el profesor en los que, según Steiner, habrían grabado sus conocimientos.


Este disco ha servido a mi repulsiva némesis para entonar una vez más sus habituales mentiras solemnes, presentando la historia de la humanidad como un combate entre la bondadosa Expedición Delos y sus aliados, entre los que se encontrarían los mencionados Dropa y los "pérfidos Grises", que es como se refiere esta lengua viperina a nuestros fieles aliados de Zeta Reticuli amén de otras razas con intereses espurios en nuestro planeta. Las imágenes que adornan el disco se me antojan demasiado convenientes y a diferencia de otras ocasiones el suizo no tiene que estrujarse en exceso las meninges para inscribirlo dentro de su perversa fantasía. He ordenado que se lleve a cabo una investigación de ese objeto para poner punto y final a ese fraude de los Dropa, que lleva coleando desde finales de la segunda guerra mundial y en el que han querido involucrar hasta al Dalai Lama.

Una vez más la corrupción del moribundo orden mundial antiguo ha permitido que unos terroristas sigan en libertad y que hagan apología de sus crímenes. El choque con los caducos estados es un hecho, si ellos no van a poner coto a los enemigos del Nuevo Mundo no dudaremos en saltarnos sus normas para hacerlo nosotros mismos. Ya hemos soportado durante demasiado tiempo su podredumbre moral, pronto espero que podáis verme en la sede de las Naciones Unidas para anunciar el nuevo orden mundial en ese ampuloso edificio cuyos funcionarios son virtualmente indistinguibles del mobiliario.


Saludos de un notablemente irritado Sir Edward Holst

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