Me gustaría contaros que el palo que enarbolo con orgullo y arrojo ha catado la sangre de los malnacidos grises mas de momento me temo que sólo nos las hemos visto con sus pobres lacayos, tristes pantomimas de criaturas de sus oscuros mundos natales. Controlados por parásitos programados sacrifican sus vidas por sus amos, cuando no están corrompiendo nuestro medio ambiente con sus repugnantes secreciones hormonales. Siento una mezcla de pena y asco al quebrar sus cabezas pues son peones en esta guerra, carne de cañón tras la que se esconden los verdaderos criminales. Es la parte más abominable de los conflictos bélicos, aunque en nuestro caso además algo inevitable, para llegar a lo más alto de la cúspide de la jerarquía invasora debemos recorrer todos los peldaños. Con vuestro aliento y apoyo no me cabe la menor duda de que lo lograremos.
¡Por Isis!
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