Rayos y truenos sacuden las Bolsas de todo el mundo, la histeria se apodera una vez más del caprichoso mercado. El Gobierno griego anunció que sometería a referendum popular el nuevo paquete de medidas dictaminado en la última cumbre. Esta decisión, perfectamente lógica en una democracia, ha escandalizado y enfurecido a los diosecillos que se afanan por dictarnos qué debemos hacer. ¿Qué es eso de que el rumbo de una nación lo escojan sus habitantes? ¡Blasfemia! Ignoran los intereses de los Sagrados Mercados, ante los cuales sus vidas son material óptimo para hacer ofrendas con las que satisfacer su voraz apetito. Han pasado milenios y nada ha cambiado para los griegos. De los dioses olímpicos han pasado a los economistas y políticos. La Tragedia, género venerable y originario de esas tierras, recupera todo su valor y significado. Nos hicieron creer que habría un crecimiento ilimitado y cuando se hizo patente que esa riqueza era ficticia decidieron que seríamos nosotros los que pagaríamos por sus culpas. Oh, Grecia, cuna de nuestra cultura, ¿habrá un Ulises que te saque de este abismo o un Alejandro que corte el nudo gordiano que aprieta sin compasión los cuellos de tus ciudadanos?
Mientras, tras estos jinetes del Apocalipsis de chaqueta y corbata, se acerca taimada y decidida la Legión Ilustrada, lista para dar la puntilla a la moribunda democracia y reinstaurar el sistema feudal.
¡Por Isis!
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