Tras mi honesta presentación la única respuesta que he obtenido ha venido de un producto de laboratorio, sin experiencia alguna ni prudencia. Sólo desde la ignorancia se puede explicar el desprecio que hace a mi más que merecido nombre y título, su Excelencia John Ketley Wilbur Fanningan III, Señor de las Cumbres Doradas de Ruminor. Habiendo siendo diseñada por el finado Sir Edward Holst, se podía esperar que la hubiera dotado de una educación completa. Es evidente que sólo pensó en ella como una vulgar matarife por lo que sus habilidades se reducen a ese campo, y ni ahí son precisamente excepcionales como pronto podrá comprobar. Los visitantes del 11/11/11 cuentan entre sus filas con guerreros curtidos, nada que ver con la carne de cañón que ha despedazado sin compasión ni sentido. Quedo a la espera de que mentes más formadas tomen la palabra desde las cuasi desiertas filas de la Resistencia y los Hijos del Nuevo Mundo.
Firmado, Vuestro Superior
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