Como Alta Sacerdotisa de los Siete Dolores, tengo cierto deberes que cumplir para mantener la reputación de mi sagrada orden y estar en una colonia remota de Delos no me lo va a impedir. Tras ocupar esta nación dividida, he puesto en marcha los rituales del dolor. Oiréis los gritos de mis ofrendas, en esa mezcolanza de lenguas, pues ni en eso son capaces de ponerse de acuerdo. ¿Para qué necesitan tres idiomas? Con uno en el que puedan entender mis órdenes sería más que suficiente. Teñiré sus ríos y fuentes del color escarlata de su sangre. Y nadie moverá un dedo para detenerme, nadie sensato. Solamente esa alianza de chiflados anarquistas y fanáticos cuadriculados, y les estoy esperando. Veamos de qué son capaces y si realmente se merecen la fama que poseen en Zeta Reticuli, donde algunos altos cargos, en sus aposentos privados, cuando creen que nadie más los puede ver o escuchar, tiemblan ante la mera mención de Patrick Von Steiner, Ellen Blackmoon o cualquiera de sus adláteres.
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