Mi hermoso hogar ha sido mancillado por los Grises. Encabezados por la sanguinaria Karen Bloodscream, han ocupado mi orgullosa nación, gracias a la complicidad cobarde de los banqueros, que siempre le dan más valor a las cifras de sus balances que a las vidas de sus semejantes o a valores universales como la Libertad y la Verdad. No me sorprende, esas alimañas son el motivo por el que Suiza se ha mantenido siempre al margen de los conflictos, hubiera o no razones de peso para involucrarse. No por un pacifismo exacerbado, sino por el amor a las riquezas terrenales. Ser el banco del mundo, acoger dinero de todos los rincones del globo terráqueo sin hacer preguntas incómodas a sus dueños. Esa es un parte de Suiza que nunca he visto con agrado. ¿Cuántas tropelías ha podido financiar la turbia Academia a cargo de sus cuentas opacas suizas? Ahora están bajo el dominio Gris, pero esa rutina no variará lo más mínimo. Karen sabe que esas cuentas son el rehén ideal para mantener a raya a los gobiernos que aún no han hincado la rodilla formalmente ante ella. En cambio, las vidas de los ciudadanos honrados serán golpeadas sin piedad, pues será su sangre la que se derrame para alimentar la perversa magia de la Alta Sacerdotisa de los Siete Dolores.
Ante esta intolerable agresión a mi hogar, reafirmo mi voluntad de derrotar una vez más a la plaga gris. ¡Yo os maldigo, Grises! Vais a pagar por esta afrenta y lo haréis mucho antes de lo que pensáis.
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