A estas alturas contaba con no tener que mantener un ojo en la parte de la barrera en la que están atrapados Patrick Von Steiner y su cuadrilla como insectos en ámbar o en la colonia de los Hijos del Nuevo Mundo, donde su líder y fundadora, la fanática Ellen Blackmoon revisa su Utopía inalcanzable, como toda utopía digna de ese apelativo. Debería estar tomando un baño relajada en mi suntuosa bañera compuesta con los esqueletos de criaturas que no alcanzáis ni a imaginar. En cambio aquí estoy, en Suiza, haciendo frente a la torpeza humana. Si fuera supersticiosa, pensaría que este sitio está gafado, siempre hay un aparato que no funciona como debería o que deja de hacerlo en el momento más inoportuno. Nadie es capaz de adelantarse a ese fallo, aunque luego encuentran media docena de explicaciones perfectamente válidas. Debería cabrearme y ahogar a estos científicos y técnicos de pacotilla en su propia sangre pero viendo cómo llevan en otras partes de este mismo atrasado planeta la lucha contra el ébola, la sospecha de una conjura contra mis planes da paso a la certeza de que son así de inútiles, no necesitan esforzarse. Si, a pesar de conocer la existencia de una enfermedad tan letal, no se han molestado en buscar una cura en serio, si son incapaces de tener instalaciones preparadas para tratar a infectados y evitar su propagación, ¿qué puedo esperar de los que trabajan en estos aceleradores de partículas cuando es una tecnología que supera su entendimiento y cuyas posibilidades apenas han explorado? Tendré que ser paciente y esperar a que den con la tecla adecuada, no obstante, eso no quiere decir que vaya a estar de brazos cruzados. Si voy a seguir en este planeta remoto, me buscaré entretenimientos adecuados a mis refinados gustos. Además, hace tiempo que no organizo un torneo para que mi guerrera favorita, Kim "La Trituradora" Keres luzca sus habilidades. La duda es si seré capaz de encontrar a rivales que le aguanten más de medio asalto. Será todo un reto.
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