La noción de Una persona, un voto sobre la que se sustenta la concepción moderna de la democracia es tan solo un espejismo, que salta en pedazos en cuanto el "pueblo" amaga con apoyar a una fuerza política o una opción en un referendum que no sea del gusto de los poderes. Todo va bien mientras no se desvíen del camino marcado.
Ahora tenemos un ejemplo con las declaraciones del presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, en el que anima de forma nada sutil a los griegos a mantener al actual gobierno, más obediente a las medidas dictadas por la Troika y el gobierno alemán. No sólo interfiere en las elecciones de una nación soberana, sino que es también el menos indicado para hacerlo, cuando al frente del gobierno de Luxemburgo pactó con empresas para que apenas pagaran impuestos. ¿Con qué autoridad moral se pueden exigir recortes en gastos sociales y subidas de impuestos cuando se dejan escapar decenas de miles de millones creando fomentando una competencia fiscal desleal en el mismo corazón de la Unión Europea? Si tan poco se fía de la inteligencia de los ciudadanos griegos, ¿por qué no acaban de una vez por todas con esta farsa? En el Nuevo Mundo sólo votan aquellos que están capacitados para hacerlo, aquellos que comprenden las propuestas y las ideas que las respaldan. Cuando vale lo mismo el voto de una persona culta y formada que el de un vulgar indocumentado fácilmente influenciable por eslóganes efectistas, uno no puede sorprenderse de que el resultado no sea lógico ni sensato. Claro que cuentan justamente con las limitaciones intelectuales de la mayoría de los votantes para perpetuarse en el poder financiando sus interminables campañas electoras con el dinero público. Podría seguir, pero creo que ya he dejado clara la idea de que la democracia moderna es una engañifa, que podría írsele de las manos a los jerifaltes de la Unión Europea.
No hay comentarios:
Publicar un comentario