Una de las novedades más llamativas en este teatrillo que es la democracia, es la irrupción de Podemos, una nueva formación política que ha sacudido el equilibrio de poder. En menos de un año se han convertido en una alternativa al poder, aunque habrá que ver si las elecciones generales confirman lo que apuntan las encuestaa, pero ese no es el motivo por el que me he decidido a escribir sobre este partido aquí. A poco que lo conozcáis o hayás oido hablar a sus dirigentes, algo harto fçacil dada su exposición constante en los medios de comunicación, sabréis que su discurso gira en torno al concepto de la casta, la clase política que se habría acomodado en el poder, permitiendo cuando no favoreciendo directamente la corrupción, de la que se habrían beneficiado directamente. El impacto de un discurso tan simple, directo como eficaz ha sido brutal, llegando al punto de hacer que las conversaciones sobre política giren en torno al concepto de casta.
¿No os suena esa dialéctica?, ¿y si cambiamos el término de casta por la Academia?, ¿a qué hora esa mecánica de ir contra la corrupta casta, que lleva años/décadas controlando el país/mundo os resulta familiar? Exacto, la estrategia de Podemos, especialmente cuando adoptan la actitud defensiva frente a la casta es idéntica a la de mi peculiar aliado Patrick Von Steiner. Incluso apelan a oscuras conspiraciones pergeñadas por la casta o como también la llaman, el régimen del 78. Para ellos es algo caduco y corrupto, igual que la Academia para nuestro heterodoxo suizo. Y ambos tienen sus dimes y diretes con hacienda. Por eso mismo, miro con desconfianza a este partido político. Si su idea de renovar la democracia es atrincherarse en una dialéctica de buenos y malos, con casta como término fetiche, ya han fracasado. La democracia sólo puede funcionar si los votantes son responsables y conscientes de qué votan, y si los cargos electos están constantemente bajo una supervisión eficaz y real. En el Nuevo Mundo, el derecho a votar habrá que ganárselo. No será algo que uno pueda ejercer de forma irresponsable, otorgando el voto a aquel partido que nos haga las promesas más apetecibles y fantasiosas. Y desde luego que no habrá cabida para formaciones que usen argumentos sacados directamente del arsenal de Patrick Von Steiner, por mucho que funcionen, o justamente por eso.
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