Tras un viaje de cinco años, la sonda Juno ha alcanzado la órbita de Júpiter. Esta maravilla tecnológica propulsada por energía solar y del tamaño de una cancha de baloncesto ( curiosa medida ciertamente) dará 37 vueltas en torno al planeta más grande de nuestro sistema solar reconocido oficialmente antes de caer cual Ícaro al perder sus alas. Estamos ante un más que necesario logro de la otrora grande NASA, que abriría de par en par las puertas de la exploración espacial de no ser por la miopía contumaz de los dirigentes, más preocupados por mantener su puesto que por el porvenir de la humanidad. Las crisis económicas, un producto consustancial de nuestro sistema, no se superarán hasta que pongamos las miras en un objetivo ambicioso, que una a todo el planeta, como sería ir al encuentro de nuestros creadores. Lamentablemente, dejaremos pasar esta oportunidad de oro, y nos tendremos que conformar con obtener la información que recoja la sonda por métodos ilícitos o cuantos menos de dudosa legalidad. Mas no hay otra forma de evadir la censura férrea que establecerá la pérfida Academia, que contará a su favor con el retardo con el que la señal de la sonda alcanza la Tierra. Sus satélites secretos filtrarán los datos incómodos, no llegará al público nada sobre la vida en Júpiter ni sobre sus fascinantes construcciones. Sólo en contados medios rebeldes como este, podréis paladear la Verdad sobre nuestro hermano mayor, que pudo ser una estrella, pero se quedó en planeta, un enorme planeta con sesenta lunas.
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