Ni tan siquiera la feroz censura de la decadente y corrupta Academia puede robarle la magia, el encanto primordial, a las bibliotecas. Son lugares sagrados donde la cultura nos espera, donde nuestra imaginación puede expandirse sin límites, pozos de conocimiento tanto sancionado por los poderosos como controvertido y heterodoxo. Le debemos la existencia de estos oasis de libertad a los bibliotecarios que como nuestro venerable aliado protegen y cultivan esos templos de la sabiduría. Cuando uno entra en uno, nunca sabe qué se puede encontrar. Hoy traigo una prueba de ello, estaba mirando por curiosidad los títulos de la sección de religión de una biblioteca compostelana cuando mis ojos repararon en un libro con un título ciertamente llamativo, Diccionario Infernal. No podía pasarlo por alto y lo saqué ipso facto de la estantería. La portada elevó las ya de por sí altas expectativas. Un documento del siglo XIX con una ilustración potente y un autor de nombre evocador.
El contenido no defrauda ni un ápice, desde la primera página ofrece historias tan reveladoras como truculentas. Tratándose de un diccionario, estamos ante una obra de consulta, una herramienta de investigación de valor incalculable, pues los magos, demonios, santos... que aparecen en sus páginas siguen tan vigentes como cuando se escribió la obra. Para nosotros, la Resistencia, un grupo dedicado a la protección de la humanidad y de nuestro hogar, es imprescindible conocer a las amenazas a las que hacemos frente y este diccionario puede proporcionarnos la información necesaria para salir victoriosos. Así que visitad las bibliotecas, dejaos llevar por sus pasillos laberínticos, ojead sus estanterías. No me cabe duda alguna que encontraréis joyas como el Diccionario Infernal que os mostrarán mundos dentro de nuestro mundo cuya existencia ignorabais.
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