En el desierto de Libia, está la misteriosa cueva de Wadi Sura. Contiene miles de figuras dibujadas hace más de seis mil años. Eso ya sería un hecho destacable por sí, pero un equipo dirigido por la arqueóloga británica Emmanuelle Honore ha publicado un estudio en el prestigioso Journal of Archaelogical Science que se le habrá atragantado a los caducos académicos. Contiene un descubrimiento magnífico, entre las figuras humanas hay huellas de manos que no son humanas. Los siervos de la ortodoxia, a sueldo o temerosos de la ira de la corrupta Academia ya ofrecen sus excusas disfrazadas de hipótesis. Dicen que las huellas corresponden a reptiles, basándose en unas comparaciones poco rigurosas, y lanzan la peregrina idea de que los humanos usaban las extremidades de crías de cocodrilos y otros reptiles para decorar sus cuevas.
El grado de indigencia intelectual de nuestros oponentes no deja de sorprenderme. ¿No sería más lógico que esas huellas hubieran sido puestas ahí por otra especie inteligente que conviviera con los humanos?, ¿que sus huellas mezcladas con las figuras humanas fueran una representación de su alianza? Para cualquier iniciado en la investigación de la presencia extraterrestre en la Tierra es evidente que estamos ante reptilianos. Criaturas humanoides inteligentes provenientes del espacio que tienen mucho en común con nuestros reptiles. Si son Anunnaki u otra especie, es algo que habrá que estudiar, pero a priori parece que estamos ante un grupo benévolo, capaz de coexistir con los humanos, algo no tan habitual como nos gustaría, especialmente entre los propios humanos. No dejéis que os confundan con teorías ridículas, ¡difundid la Verdad! Los reptilianos son reales, no sólo han estado muchas veces en la Tierra sino que siguen aquí, entre nosotros, escondidos, por motivos muy dispares. Al igual que los humanos, los hay de todos los tipos. Aquí los juzgaremos siempre por sus acciones y no en base a prejuicios.
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