El monstruo de Tully es una fascinante criatura que vivió hace 300 millones de años en las aguas costeras tropicales poco profundas de estuarios fangosos de Illinois. Los científicos han sido incapaces de encontrarle acomodo en su arbitraria clasificación, y siguen discutiendo. Tras un reciente que postulaba que era un pez, llega la réplica, que no sólo niega su condición de pez, sino incluso que sea un animal vertebrado. Y así siguen, lanzando hipótesis sin bases sólidas, esperando que alguna alcance el consenso en la endogámica comunidad científica. Una esperanza carente de fundamente, pues los científicos dependen de sacar nuevos y llamativos estudios, y nada consigue más atención que echar por tierra las hipótesis de sus colegas.
Para los científicos tradicionales, esos que siguen los procedimientos anquilosados de la corrupta Academia, la naturaleza del monstruo de Tully es un enigma que se antoja irresoluble. Para nosotros, los investigadores de lo imposible en cambio, es evidente la respuesta a este misterio. Y seguro que vosotros también la tenéis en mente al leer estas líneas. Ingeniería genética. Exacto, la misma tecnología que sembró de especies inteligentes el cosmos, aunque no usemos nuestro potencial ni una fracción de lo que deberíamos. Esta increíble criatura, cuya anatomía se sale de forma tan radical de lo que estamos acostumbrados a ver, es el resultado de la tecnología alienígena. Quizás fuera un experimento, o tuviera algún propósito más allá de añadir diversidad a la vida terrestre. Le preguntaré a Isis y Hermes cuando vuelva a encontrarme con ellos. O cualquier otro oficial de alto rango de la Expedición Delos. Si no es su obra, estoy seguro de que sabrán quién y con qué fin creó al monstruo de Tully.
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