Tras una odisea interdimensional, estoy de regreso en el hogar, sano y salvo, gracias a la incansable labor de mis aliados. Los portadores de los amuletos cocodrilo, con la ayuda de la fenomenal Diosa Hiliana y mi buen amigo el Rey filósofo Lionel, fueron capaces de acceder a sus poderes ocultos y seguir nuestro rastro a través de las dimensiones, hasta restablecer el contacto, perdido hace tanto tiempo que ya habíamos abandonado toda esperanza. Las constantes injerencias de la vil Academia, especialmente con esa infernal máquina, provocaron que fuéramos como pelotas en una máquina averiada de pinball, rebotando de una dimensión a otra, sin poder detenernos ni variar el rumbo. Nuestras vidas estuvieron en riesgo en casi todo momento. Fue una de las experiencias más duras por las que he pasado. Por eso fue un alivio que la máquina fuera desactivada en la Tierra, gracias al liderazgo de la brillante tecnomaga y hacker suprema Gwen Marsters, así pudimos controlar al fin nuestra deriva interdimensional y encontrar un refugio, que ha resultado ser un tesoro, que alberga información de valor incalculable.
Por ese motivo, se ha quedado un grupo liderado por la valerosa antropóloga pop de lo imposible, Carman Corrigan, para catalogar y proteger este apasionante hallazgo. El resto hemos regresado al hogar que tanto añorábamos. Otros habrían organizado alguna celebración por todo lo alto para indicar su retorno. Yo, en cambio, he preferido algo más discreto e íntimo, y opté por ir a tomar algo a un bar con la responsable de nuestro heroico rescate. Ansiaba darle las gracias en persona a Gwen Marsters, una aliada que ha mantenido viva la llama de Planeta Inquietante mientras estaba a merced de mis enemigos. También quería ponerme al día de lo más importante que ha sucedido en mi larga ausencia, empezando por la esperadísima secuela de la obra magna de mi Maestro y amigo, Erich Von Däniken. Habría vuelto aunque solo fuera para leer ese libro. The Gods never left us será sin duda alguna el REGALO de estas Navidades.
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