El sarcófago negro
Desde mi regreso a la Tierra al frente de la colonia Daikokuten, he querido meterme en alguna aventura en la que pueda ampliar mi colección de souvenirs. Al principio había pensado en enfrentarme a esa red de criminales llamada Elysium, pero entre que se han escondido y que las ciberguerreras de Gwen Marsters ya se están ocupando del tema, decidí buscar otro objetivo. El sarcófago negro fue lo primero que me llamó la atención. Según Steiner, una tumba de ese tamaño y que había permanecido sellada dos milenios no podía contener tres soldados anónimos en un estado deplorable. No soy ni ninguna experta en la materia, pero sentía que ahí podía haber algo digno de mi colección, así que me lancé a la aventura.
Me aburro, necesito acción
Tal y como sospechaba Steiner, el sarcófago estaba en manos de la Academia, en uno de sus almacenes secretos en Egipto, donde guardan el material más sensible. Entrar no me resultó difícil, en los Hijos del Nuevo Mundo, nos conocemos todos los trucos de la Academia, es lo que tiene que nuestra fundadora fuera uno de sus miembros más competentes. Ya dentro, me las tuve que ver con los guardianes de costumbre en estos lugares (híbridos, un par de gárgolas, mercenarios con mejoras cibernéticas) y un par de especialidades de la zona (híbridos felinos y momias) Otros hablarían del increíble esfuerzo que fue ir peleando habitación a habitación por ese laberinto, sin saber si en la siguiente estaría el objetivo o más enemigos, pero yo no. Para mí fue una auténtica gozada, un parque de atracciones diseñado para mi disfrute. Cuando llegué a la sala que contenía el sarcófago negro sentí un poco de decepción porque mi aventura se aproximaba a su fin. Podría haber seguido recorriendo el almacén, pero tenía que sacar el sarcófago cuanto antes de ahí si quería resolver su milenario enigma, así que me fui con él, dejándole a la Academia una nota de despedida. Hay que ser bien educados, es lo que me enseñó cierto robot.
Continuará...
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