Uno pensaría que una organización cuyo fin es la exploración del espacio se alegraría con la presentación que hizo Elon Musk de la versión definitiva de Starship, la nave de SpaceX con la que enviará a astronautas a la Luna y Marte. Hablamos de un cohete reutilizable capaz de llevar a 100 pasajeros a bordo, un paso vital en la carrera espacial que nos lleva más cerca de las naves espaciales que vemos en las obras de ciencia ficción que de los pesados cohetes de un solo uso de la NASA. Teniendo siempre en cuenta sólo lo que existe oficialmente.
La reacción de la NASA a este importante anuncio, que sitúa en un umbral de 17 el primer viaje oficial tripulado a Marte, ha sido una pataleta, en la que afirman sin base alguna que su proyecto, el cohete SLS, del que no hay ni siquiera un diseño a pesar de los años y el dinero invertidos, es el único capaz de llevar a cabo esa hazaña. Esto hace que me pregunte, ¿están realmente interesados en ir a Marte o su objetivo es el opuesto? En ese caso, estarían haciendo una gran labor, puesto que desde el último viaje tripulado a la Luna, la NASA ha caído en una espiral de decadencia hasta ser una pálida sombra de lo que fue en los sesenta, que precisa del programa espacial ruso para enviar material y astronautas a la estación internacional. No me extrañaría lo más mínimo, pues la corrupta y decadente Academia siempre ha mirado con suspicacia la exploración espacial. Temen lo que podamos encontrar allá arriba. Y con motivo.
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