Estamos ante un triste pero necesario recordatorio del riesgo inherente a hacer pública la existencia de objetos y seres que desafían las ideas convecionales. Tras pasar años en el desierto de Utah en secreto, han bastado unos días de exposición al público mundial para que desaparezca. Tan sólo sabemos que la organización que gestiona el terreno en el que se encontraba, el Bureau of Land Management, ha confirmado que ya no está y que ellos no lo retiraron. Para cualquier lector de esta bitácora la lista de sospechosos será evidente, empezando por el número 1, nuestro enemigo más viejo y taimado, la corrupta y decadente Academia. Pero esa organización, cuyo fin es manipular la Historia a la conveniencia de los intereses de sus siniestros amos no es el único sospechoso. El potencial del Monolito seguramente atraerá a villanos con menos pedigrí y más ganas de demostrar su maldad, especialmente si se parece el de las obras de Stanley Kubrick y Arthur C. Clarke más allá de en la apariencia. Un objeto capaz de producir un salto evolutivo sería un tesoro para los mutantes psíquicos de la Luna, y para sus aliados cibercriminales de Elysium, adoradores de la singularidad.
Evidentemente, no pensamos quedarnos cruzados de brazos mientras algún enemigo de la Humanidad intenta usar el Monolito para sus nefarios fines. El Capitán Neyyan Skyssain ya se ha ofrecido a encabezar la búsqueda del Monolito, pues siente que es un objeto de gran poder, que en malas manos podría tener efectos devastadores, y francamente, eso es lo último que necesitamos en este fatídico año. Menudo final de noviembre, y aún nos queda un mes para despedir este temible 2020. ¡Ánimo, compañeros y lectores!
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