Las grietas creadas por este terremoto de origen claramente artificial han crecido hasta formar agujeros que dejan entrever túneles que se intuyen extensos y, lo que es más importante, a sus laboriosos creadores. Una miríada de insectos de brillantes colores y acorazados, del tamaño de un perro adulto, y no precisamente un chihuahua. Estas criaturas claramente poseen unas mandíbulas fuera de lo común, capaces de triturar roca. Los tres bandos hemos contemplado en silencio cómo brotaban por los agujeros y se posicionaban en cualquier espacio que encontraban. Cada vez con más facilidad, pues todos hemos obtado por replegar y poner distancia respecto a los agujeros.
Pero queda la gran pregunta por responder, ¿quién los manda? No hemos tardado en obtener la respuesta. Una vez se hubo desplegado el ejército de insectos, salieron media docena de naves plateadas, con forma de bala. De cada una de esas naves ha surgido un Gris. Cuerpos antropomorfos finos y alargados con una cabeza desproporcionadamente grande. La característica piel grisácea y los ojos negros y perturbadores. Lo que sospechaba. Grises. Los mayores enemigos de la Humanidad, más que la corrupta y decadente Academia. Ya han comunicado el propósito de su irrupción nada amistosa. Quieren todos los monolitos, y están más que dispuestos a pasar por encima de nuestros cadáveres para lograrlos.
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