La arrogancia choca con la necesidad patológica de la corrupta y decadente Academia de llevar a cabo sus maldades en el más absoluto secreto, pues hace que se les escapen gestos y símbolos que denotan su presencia como la figura que preside esta entrada. No hay que ser un lince para sospechar que la finca cuyo cierre decora esta majestuosa criatura pétrea pertenece a nuestros más viejos enemigos. La única duda es si se trata de una residencia de veraneo, en la que dan rienda suelta a sus fantasías más sórdidas, o si se trata de uno de sus laboratorios, aunque bien podría ser una u otra dependiendo de la época del año, y en realidad, sus fantasías pueden llegar a ser muy similares a sus retorcidos experimentos. En ambos escenarios siempre hay víctimas inocentes.
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