La serie corena de Netflix El juego del calamar es un fenómeno mundial, la producción más vista en la historia de la plataforma. La prueba más evidente de su desmesurado éxito es que se ha convertido en el objeto de varias polémicas, que van desde lo razonable (subtítulos de baja calidad) hasta lo ridículo. En un extremo tenemos a los traductores, naturalmente molestos por un trabajo mediocre que afecta el disfrute y entendimiento de la serie, y en el otro los meapilas habituales que culpan a una serie para adultos de que los progenitores ni usen el control parental que permite Netflix ni expliquen a los niños de qué va la serie. Es más cómodo culpar a la Cultura Pop de la violencia juvenil, real o inventada. No es nada nuevo, ya pasaron por esa diana los cómics, los juegos de rol y los videojuegos antes. Afortunadamente, también ha dado pie a reinterpretaciones, parodias y homenajes como este simpático vídeo cargado de mala uva hecho por la ex-miembro de Gokigen Teikoku Ponto Pero. ¿Sabrán entender los autoproclamados defensores de la Virtud que tanto la serie como este vídeo son ficción y en ningún caso promueven la violencia? ¿No deberían estar más preocupados por los casos reales pero menos llamativos de violencia escolar?
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