El mundo está lleno de tesoros con orígenes misteriosos que ponen en solfa la versión oficial de la Historia promovida por la corrupta y decadente Academia. La daga del faraón Tutankamón es una prueba. Una daga de hierro forjada a partir de un meteorito, en plena Edad de Bronce. Un regalo del cielo que sería empleado en los más elevados rituales. Gracias las Cartas de Amarna, una serie de tablillas de 3.400 años de antigüedad, sabemos que esta daga puede ser un regalo del rey de Mitanni a Amenhotep III, abuelo de Tuntakamón. Pero eso es tan solo una pieza del puzzle. La ciencia ortodoxa no proporciona más respuestas que apelar a que el metal que forma la daga sigue la estructura de Widmanstätten, un patrón típico de los meteoritos metálicos. Si queremos algo con más enjundia, tenemos que recurrir a nuestros compañeros del programa Ancient Aliens, que abordaron este enigma con más osadía e imaginación.
Si el material vino del espacio, ¿por qué no también la forma de tratarlo? Hay una escena en la película de los Eternos, sin ir más lejos, en la que Sersi modifica con sus poderes una daga y se la entrega a un humano. Esa daga pasa a ser un objeto clave en nuestra Historia. Bien podría haber pasado algo parecido con la daga que acabó en manos del faraón Tutankamón.
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