La ciencia oficial, lastrada por la corrupta y decadente Academia, está condenada a ir siempre a la zaga de la Cultura Pop y del trabajo de los investigadores de lo desconocido, como un servidor. Tras décadas de trabajo, los científicos del J. Craig Venter Institute, Centro de Bits y Átomos del Instituto de Tecnología de Massachussets y del National Institute of Standards and Technology, han desarrollado un organismo sintético unicelular que crece y se divide como una célula de su propio cuerpo, una forma genuina de vida artificial, que no solo abre un mundo de posibilidades sino que también arroja luz sobre el pasado. Aquí siempre hemos sostenido que la vida inteligente en nuestro planeta fue el producto de experimentos genéticos realizados por civilizaciones extraterrestres muy avanzadas, entre las que destaca la que envió a la Expedición Delos, nuestros creadores. Ahora resulta evidente e innegable hasta para el más cerril escéptico que es posible crear vida en un laboratorio, cuán más sencillo resultará modificar vida ya existente, para darle un extra, esa capacidad de raciocinio que no usamos tanto como debiéramos.
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