El Metaverso es un término de moda, especialmente entre los defensores de las criptomonedas y los NFTs. A diferencia del concepto presentado por Neal Stephenson en su clásica novela Snow Crash, no es una nueva iteración de Internet, sino una multitud de redes cerrada, jardines particulares en los que cabe de todo, desde la réplica virtual de una fábrica a comunidades privadas. Su propósito es igual de variable. Volviendo a esos dos ejemplos, mientras en el primer caso se busca optimizar los procesos industriales, haciendo pruebas con la réplica digital, en el segundo caso, se vuelve al conpecto de los clubs exclusivos como al que pertenecía el hermano de Sherlock Holmes, o del que formada parte el protagonista de La vuelta al mundo en 80 días Phileas Fogg. En todos los casos, no obstante, nos hallamos ante un nuevo mundo. Un paso más allá de Internet, por así decirlo, y si la red de redes que conocemos sigue conservando en parte ese tono del salvaje oeste, más aún estos metaversos cerrados, al margen de las grandes redes sociales, y escenario de caza de los busca fortunas, personas sin escrúpulos que prometen grandes fortunas. Nada nuevo bajo el sol, pero con un barniz nuevo para captar a incautos.
Por todo lo mencionado en el anterior párrafo, nos alegramos al ver a Paris Hilton coronada como Reina del Metaverso. Si algo necesitan estos nuevos territorios digitales son referentes, y Paris Hilton, al contrario de cómo la quieren retratar los medios de comunicación tradicionales, es una persona sensata y trabajadora, un icono pop que se ha convertido en su propia marca. Evidentemente, el apellido Hilton ha ayudado, pero el mundo está lleno de herederos sin oficio ni beneficio que solo proporcionan titulares a las secciones de cotilleos y sucesos. ¡Salve, Paris Hilton, Reina del Metaverso! Ojalá que con su guía, nos acerquemos a un Metaverso abierto e interconectado, donde la libertad no sea una excusa para la estafa y el engaño.
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