Tras un buen rato avanzando por el túnel, llegué a pensar que nuestro enemigo nos había vuelto a esquivar, abandonando su laboratorio, pero ese pensamiento pesimista fue fugaz, pues enseguida encontramos oposición. Unos seres humanoides con características de reptiles, se movían por el techo y las paredes del túnel. En el pecho lucían la ya famosa estrella asimétrica de cuatro puntas. Eran tres. En cuanto nos vieron, la del techo gritó, y las otras dos arrojaron sendas llamaradas de fuego por la boca. Nada extraño, sabiendo que nuestra infame presa gusta de dejar edificios arrasados a su paso. Tiene toda la lógica del mundo que sus esbirros manejen el fuego. Es también una forma de erradicar los experimentos víricos que se salen de madre. Podría contaros la pelea que tuvo lugar, pero prefiero dejaros con el suspense y que le deis vueltas en la cabeza. ¿Cómo creéis que fue la cosa? Muy pronto tendréis la respuesta.
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