Cuando dejé la narración, nos las veíamos con tres "reptilianos". Los que estaban en las paredes, a señal del que parecía llevar la voz cantante e iba por el techo, lanzaron fuego por la boca, pero no de la forma festiva en la que suelen hacerlo en sus shows las ciberguerreras Zirconia Starfighter y Masuimi max, sino con toda la intención de reducirnos a cenizas. El Visitante de las Estrellas no tuvo gran problema para esquivar las llamas. En este tipo de situaciones su ridículo tamaño juega a su favor. Yo, en cambio, tuve que currármelo y sacar el mayor partido a mi ropa ignífuga. Un punto para mi jefa, siempre previsora. Evidentemente, no iba a dejar que siguieran llevando la iniciativa, y me lancé sobre el de la derecha. Le hice pensar que quería derribarle, y así conseguí despistarle lo justo para poder hacer lo que quería. Con una caricia homenaje a Bud Spencer, le puse mirando a su compañero de la otra pared, y tras un golpe con mi puño cerrado en su abdomen, le convencí de que lanzara una llamarada hacia su compañero, que estaba ocupado siguiendo el rastro al diminuto Capitán.
A diferencia de una servidora, los reptilianos no eran a prueba de fuego, y la cara de su compañero recibió las llamas de pleno. Murió en el acto entre chillidos y un olor inmundo. El del techo se puso todo loco y saltó sobre mí y su compañero restante. Conseguí usar a este último como escudo y, sin darles tiempo a reaccionar, solté toda la mala hostia acumulada, golpeando haciendo chocar sus cabezas. El Capitán puso su grano de arena cegándolos con sus rayos. Dicho así parece que fuera coser y cantar, pero os aseguro de que no lo fue. Con tres enemigos abatidos, estaba claro que habíamos dado con el sitio. Amontonamos los cuerpos, sacamos fotos y muestras para referencia futura y seguimos nuestro camino.
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