El laboratorio. No me extraña nada que el tipo largirucho saliera corriendo. Si no tuviera que capturar al responsable del tinglado, ni me acercaría a un lugar así. Cubierto por una neblina espesa que apenas dejaba intuir lo que podía haber a medio metro de distancia, gracias por decir algo a unas luces fluorescentes intensas, era un lugar siniestro que parecía hecho a base de pesadillas. Mi compañero alienígena se desenvolvía mucho mejor, por su tamaño y su capacidad para volar. Yo ya tenía bastante con evitar tropecar con mesas llenas de matraces y aparatos extravagantes, jaulas, incubadoras y tanques llenos de líquidos cuya naturaleza se me escapa. Tan sólo algún ruido mecánico rompía el silencio, hasta que una voz resonó en nuestras cabezas.
- Bienvenido, Capitán, ya era de que nos conociéramos.
Y con la aparición de nuestra presa, lo dejo por hoy.
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