Tras finailzar su discurso con la revelación de su identidad, la neblina del laboratorio desapareció de golpe y vimos que había media docena de esbirros de los grises listos para atacarnos. Había de todo, desde seres cuadrúpedos del tamaño de un perro a bicharracos grandes como osos. Todos llevaban la estrella asimétrica de cuatro puntas grabada a fuego. Nuestro objetivo, Thaezot Striga, la Estrella del Ocaso, no estaba, y quizás nunca estuvo realmente. Pero al menos, ahora sabíamos algo de nuestro enemigo. Lo que siguió fue la clásica ensalada de hostias que viene de perlas para descargar adrenalina y las no pocas frustraciones acumuladas tras tanto tiempo buscando a nuestra elusiva presa. Plantaron cara y tuvimos que pelear de lo lindo. No eran educados como en algunas películas de acción, atacando de uno en uno. No, probaban todas las combinaciones. Lo queno hacían era atacar todos a la vez. Por falta de sitio y porque así, siempre alguno podía descansar. Un lujo que nosotros, en cambio, ni nos podíamos plantear. Sudé más que en las saunas de mi nave, no sólo por el esfuerzo, sino también porque nuestros enemigos pusieron la calefacción a tope, aparentemente para darle un subidón a nuestros oponentes. Mas ese mismo subidón tuvo un efecto brutal en su esperanza de vida, y una vez pasado el efecto sorpresa, no tardaron en caer muertos.
Me temo que así ha terminado nuestro primer enfrentamiento "directo" con el esbirro de los Grises, del que ahora sabemos nombre, pero seguimos sin saber qué aspecto tiene. Me temo que es un cabo suelto que quedará para el siguiente encuentro.
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