Nada más transformarse, Carman Corrigan dio media vuelta con su moto, y fue al encuentro de los escorpiones. Soltó el volante y apuntó con sus dos pistolas, que también habían sido afectadas por el poder del amuleto. Todo esto lo veíamos gracias a un dron, que había enviado Gwen Marsters y que transmitía en tiempo real a nuestra nave. Los escorpiones, al ver que su presa se avalanzaba sobre ellos, frenaron y se dispusieron a atraparla con sus pinzas. El primer disparo de nuestra compañera reventó las pinzas de uno. El segundo hizo lo propio con la cabeza del otro. La pérdida de su compañero no pareció afectarle, ya que volvió a al carga con su pinza restante. Carman saltó evitando la pinza y aterrizó sobre el enemigo. Sin perder un segundo, descargó sus dos pistolas hasta que este cayó muerto sobre las arenas del desierto.
Ahora sí que se dieron por aludido los escorpiones, que se detuvieron por un instante. Instante en el que pudimos captar la señal que habían recibido de sus compañeros difuntos. Señal que pudo piratear nuestra compañera, la tecnomaga del Bronx, provocando que no fueran capaces de distinguir enemigo de aliado. Nuestra compañera y nueva portadora del amuleto, Zirconia Starfighter, recién transformada dio cuenta en un santiamés de los cuatro escorpiones, que hicieron buena parte del trabajo atacándose entre ellos, no limitándose a las descargas eléctricas, sino también usando un líquido altamente corrosivo que se desprendía del aguijón al clavarlo. Un vez liquidado este obstáculo, pudimos reagruparnos y entrar en el acceso a Agartha, dejando atrás la nave que tan buen servicio nos había hecho, convenientemente oculta y preparada para nuestro regreso.
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