El primer paso para emprender el viaje al legendario Reino de Agartha pasaba por ir a uno de los accesos scretos que hay la mismo desde la superficie. Escogimos el que hay a los pies de la no menos mítica Gran Esfinge Guiza, un lugar del que nos habló hace ya quince años el ilustre Marqués de Aymay y Monferrat. El viaje fue tranquilo y sin incidentes, pero estábamos demasiado inquietos por lo que nos puede deparar este viaje como para apreciarlo. Sólo cuando llegamos a nuestro destino, fuimos conscientes de que se había acabado la parte fácil de la travesía, y que debíamos haberla aprovechado a conciencia. Nada más poner pie en Egipto, ante la Gran Esfinge, fuimos atacados por media docena de escorpiones gigantes, que habían sido reforzados con metal y dotados de la capacidad de lanzar descargas de electricidad por sus aguijones. Una habilidad que usaban con profusión. Nuestro vehículo, una nave con tecnología de la Expedición Delos, fue lo único que impidió que la aventura terminara ahí mismo al proporcionarnos un refugio, en el que reagruparnos y preparar la contraofensiva. Era evidente que nuestros enemigos esperaban que alguien intentara entrar a Agartha por esta conexión. Seguramente haya preparados recibimientos similares en las otros accesos, al menos en los más conocidos. Lo único claro, es que nos las tendríamos que ver con esas criaturas si queríamos volver a ver nuestro buen amigo Lionel.
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