Estamos acostumbrados a pensar en las máquinas en general y los robots en particular como el opuesto a los seres biológicos. Criaturas de metal y silicio que siguen su programación de forma mecánica. Unos investigadores, de los de verdad, no de los parásitos que viven de regurjitar las burdas mentiras de la corrupta y decadente Academia de la Universidad de Cornell en EE. UU. y la Universidad de Florencia en Italia han presentado un concepto fascinante y revolucionario, robots biohíbridos.
Dentro del robot hay un hongo, concretamente en este experimento una comestible llamado Trompeta, que controla los movimientos del robot y decide qué hace en función de las señales que le llegan. Es decir, es su piloto. Un ser orgánico dirige uno inorgánico. El principio es el mismo que el de un humano al volante de un coche. Es algo revolucionario porque uno de los aspectos más complejos al hacer un robot es la percepción de su entorno. Algo que para un ser vivo es sencillo, para un robot es muy complejo. Procesar las señales que recibimos, ya sean visuales, sonoras... no es algo simple de programar. Pero un ser vivo tan humilde como un hongo lo hace con la mayor de las naturalidades. No cabe duda alguna que nuestros enemigos lo usarán para al mal, igual que la hibridación entre seres humanos y animales, pero nos quedamos con la esperanza de que aquí también salgan proyectos que tengan un impacto positivo en nuestras vidas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario